
En la tarde del día 2 de octubre comenzaba el triduo, que ha conocido una mayor solemnidad debido al esfuerzo de la Promoción Sacramental y a los cantos preparados por la Asociación. Durante estos días pudo verse un colectivo de fieles algo más numeroso que otros años. Ya el segundo día de triduo estuvo marcado por la imposición de la Corona al simpecado de Nuestra Señora. Nuestro presidente y párroco quiso elegir el momento inmediatamente posterior al evangelio para colocar sobre la pintura de la Virgen la presea dorada que representa esa otra corona espiritual que la Asociación y la Parroquia han regalado a la Virgen en este VIII Centenario del Rosario.
El tercer día de cultos y víspera de la fiesta de Nuestra Madre se alteró el orden de cultos para comenzar a las ocho de la tarde con la exposición mayor de Su Divina Majestad. A las 20:30 tuvo lugar la celebración de la Eucaristía y a las 21:30 salía el Rosario de Gala presidido por el simpecado de la Virgen. El rosario recorrió el barrio de San Miguel para regresar a la parroquia por la Cuesta de Santa María. Fue un recorrido muy original que quizás contara con algunos obstáculos, pero que llevó al simpecado a una de las zonas de la feligresía donde más urgente es la acción pastoral. Cabe decir que el Rosario de Gala supone un hermoso e íntimo acto que nos entronca con nuestra más remota identidad en el tiempo, el rezo público del Rosario, aquello que hicieron los devotos de la Virgen del Rosario de Santiago de los siglos pasados. Y es por ello que la Asociación quiere poner todo su empeño en dar a este culto la solemnidad que merece.
El domingo 5 de octubre despertó con caracter festivo. La función de la Virgen comenzó a las 12 del mediodía coincidiendo con la Misa del Envío de la parroquia, por lo que la afluencia de fieles llenó hasta rebosar el templo. Asistieron para acompañarnos una representación de las Hermandades de Ntro. Padre Jesús y de Ntra. Sra. del Dulce Nombre de María, instituciones éstas a las que nuestra Asociación Parroquial se siente especialmente vinculada. Una vez acabada la Función, la Hermandad del Dulce Nombre entregó un hermoso ramo de flores que fue colocado a los pies de la Virgen.
Apenas unas horas después, a las 7 de la tarde, se levantaba en el interior del templo el paso de Nuestra Madre, con una parroquia considerablemente más llena que el pasado año. La primera chicotá culminó con la Virgen vuelta hacia la capilla sacramental, donde la Hermandad de Jesús tuvo el hermoso gesto de entregar un ramo de flores que también fue colocado a los pies de Nuestra Madre. Tras el rezo de unas oraciones, la Virgen se encaminó hacia la puerta entre el repique de campanas de la torre parroquial y el tintineo de las campanitas de los nuevos candelabros. Tan sólo pasaban quince minutos de las siete de la tarde cuando la Virgen alcanzó la calle.

En líneas generales, la procesión de este año estuvo marcada sin duda por una mayor asistencia de público, que se hizo especialmente destacable desde mediados de la calle Coracha. Pero lo más importante han sido los pequeños detalles de cariño que la Virgen ha recibido en su procesión. La calle Coracha vio algunos de sus balcones engalanados al paso de Nuestra Madre, y el detalle de dos petaladas de flores muy sencillas, pero realizadas desde el cariño de los vecinos. Igualmente, la calle Nuestra Señora del Águila también presentó algunos balcones adornados, e incluso pudo verse algún balcón con la fotografía de la Virgen en su colgadura.
En cuanto al repertorio musical, se optó este año por un conjunto de marchas equilibrado, que conjugara las marchas triunfales con algunos momentos más pausados, pero siempre desde la calidad musical. En este sentido se escogió la calle Alcalá y Orti para interpretar las marchas más íntimas, sonando composiciones como "María Santísima del Dulce Nombre" o la genial partitura de "Soleá dame la mano". 

Entre los momentos destacados cabe señalar la hermosura del paso de la Virgen en su recorrido incial por la calle Coracha. Especialmente significativo en cuanto a público fue este año el tránsito del cortejo por la calle Pescadería. Pero sin duda fue la calle Santa Clara la que supuso todo un desafío para la cuadrilla. El paso de la Virgen -bastante más ancho que el pasado año por el estreno de candelabros y baquetón- desafió el imposible pasando por esta estrechez provocada por una valla de construcción. Incluso el tramo final de la calle contaba con un balcón que obligó a afinar aún más al cuerpo de capataces. La especial dificultad del momento obligó a la Banda de Guadalrosal a mantener un silencio que solo fue roto por el aplauso del gentío que esperaba a la Virgen en la calle La Mina.
Otro momento muy hermosos de la procesión de la Virgen se vive en la Residencia de Ancianos "La Milagrosa", donde cada año los abuelos esperan el paso de Nuestra Madre. Al igual que el pasado año, el paso fue vuelto
Asi pues, la Virgen comenzó el regreso a la parroquia con la subida por la calle José Lafita. Pero sería en su paso por Sánchez Perrier -que se encontraba engalanada con banderas rojas y blancas- donde le esperaba el último de los grandes momentos de la noche. El paso de Nuestra Madre alcanzó la Casa Parroquial a los sones de la marcha "Pasan los Campanilleros", mientras la Virgen era recibida por una sorprendente lluvia de pétalos que atravesaron el cielo de banderas rojas y blancas que esperaban a la Señora. Al mismo tiempo se elevó al cielo un castillo de fuegos artificiales entre el asombro, la algarabía y el aplauso de los presentes.

Apenas pasaban veinticinco minutos de las diez de la noche cuando la Virgen pisó de nuevo la parroquia. Este año, por decisión del párroco, la puerta fue cerrada inmediatamente después de entrar el paso de la Virgen. La Junta de Gobierno, que no contaba con tener que aplicar esta medida, no fue capaz de organizar el final de la procesión con el orden con que hubiera sido deseable.
El epílogo de los cultos tuvo lugar el día 7 de octubre con la Misa Solemne que la Asociación celebró con motivo de la festividad litúrgica de Nuestra Madre. La Virgen se colocó en el altar mayor, donde al término de la Misa se organizó un improvisado besamano que puso fin a los cultos de octubre de 2008. Unos cultos en los que, sin duda, la mejor noticia es la sensación de quela Virgen del Rosario va haciéndose hueco en la devoción de la parroquia y de su feligresía y sus cultos tienen ya un sitio en el calendario cofrade de Alcalá.